Érase una vez un hada que se llamaba Luna. Ella no sabia la condición que tenía, simplemente vivía como todo mundo. Trabajaba, salía con los amigos, iba y venia en metro… una chica mas. Aunque ella notaba que algunos desconocidos con los que se cruzaban, la miraban fijamente a los ojos, con dulzura, como si la hablaran. Ella sonreía y seguía caminando.
Pasaban los años mientras Luna vivía fijándose en esas cosas que hoy en día casi nadie ve; los árboles bailar al son del viento, la lluvia caer, la gente caminar… y descubrió que también leía en el interior de las personas. Podía saber como se sentían según la energía que recibía cuando estaba con ellas, lo que transmitían. Luna se sentía muy afortunada.
No todas las personas que la conocían se daban cuenta del poder que envolvía a Luna, pero quienes llegaban conocerla bien, sentían que desde luego era una persona muy especial, puesto que podía acariciar el alma de aquellas personas. Luna, así lo sentía.
La condición de hada le hacía proteger en todo momento a esas personas de su entorno que despertaran en ella un sentimiento de fragilidad, o que se sintieran perdidas en algún momento critico de su vida. Ella sólo sentía que tenía que estar ahí como una buena amiga para esas personas, pero sus amigos sentían más que un apoyo. Con ella, se sentían revitalecer, notaban más energía, positivismo… incluso más amor hacia el resto de la gente tambien hacia la misma hada. Se creaba un vínculo entre ellos. Se convertían en mejores personas. Incluso algunas deseaban pasar el resto de su vida junto a ella. Pero nunca llegaban a hacerlo, puesto que cuando de nuevo esas personas encontraban su camino se alejaban del hada.
A ella esto no le importaba, estaba en su naturaleza darse por completo a esas personas sin esperar nada a cambio. Así es un hada.
Una vez, mientras este hada vagaba por el bosque conoció a un duende, él se acercó a ella y le dijo - Hola Luna, espero que tengas hoy un buen día. Ella sonrió extrañada y mirándole a los ojos dijo - Gracias, igualmente. El duende desapareció y ella no dejó de pensar en ese hombrecillo que sin duda le había alegrado el día y más tarde cambiaria su vida. Así empezó la amistad entre Luna y este duende.
El duende y el hada cada vez estaban más unidos, aunque no se veían mucho pero cuando se encontraban hablaban durante horas, sobre la vida, la naturaleza de las cosas y el amor. Ella sentia que nadie la conocía con tanta exactitud como su amigo, pero estaba lejos aun de saber que existía un poder extraño en toda esa amistad. Ella desconocía su poder de hada. El duende, en cambio sabia todo sobre ella, y puesto que ella era joven e inexperta, él le hacia de guía, la protegía.
Pasaron los años, y Luna se hizo una mujer, con mas experiencia sobre la vida y más desencantada. Un día ella le contó al duende que se encontraba muy cansada y muy desengañada con la gente, que el mundo era para los egoístas y que se encontraba muy sola y perdida. El duende la cogió de las manos, se sentó con ella y le habló - Luna, el mundo se mueve así, existe un motor que hace que la ilusión nunca se acabe. Las hadas cuidan de la gente, sin esperar nada a cambio y transforman a las personas. Siempre has tenido un objetivo, un protegido, y tu función ha sido cuidar de esas personas hasta que han encontrado de nuevo su camino. Luna dijo: Si? pues ya no quiero involucrarme tanto con la gente, porque antes me sentía bien pero ahora realmente me noto desfallecer, no tengo fuerzas para seguir, me falta energía y nadie cuida de mi, así que es hora de que yo mire por mis intereses.
No puedes renunciar a ser hada, está en tu naturaleza. Si alguien te pide ayuda, eres incapaz de negársela, sea lo que sea. Las personas viven al margen de todo esto, no creen en la magia, sin embargo si notan cuando alguien les da seguridad o se sienten protegidos, amados … hay muchas maneras de sentir ese poder .
Si desapareces de la vida de esas personas, otro hada aparecererá y te dará un toque de alarma. De hada a hada, te regañará y se pondrá muy furiosa contigo.
Luna se fue muy triste de allí… pero entendió el mensaje. Ella también crecía y aprendía gracias a todas esas personas.
Para cambiar el mundo es necesario cambiar a las personas que lo habitan. Un hada no puede cambiar sola el mundo, pero si puede cambiar a una persona, y asi hacer este mundo un poquito mejor. A veces basta simplemente una sonrisa a un desconocido…
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